El dedito de echar la culpa

Todo empieza bien al llegar a tu nuevo puesto; nueva empresa con colores distintos, sillas y mesa igual que la anterior, quizás sea de colorines, quizás sea una silla «buena», pero gente distinta, y formas distintas de hacer las cosas, o eso esperas. Piensas, ilusionado otra vez más: «esta será la buena». Como dijo un compañero, el cual le tengo gran aprecio por esta gran frase de vida: «todas las escobas nuevas, barren».

…hasta que el humo se disipa y comienza la cruda realidad. Como aquella novia la cual te hacía mucha gracia su risita y al final de tu relación con ella, no le aguantas ni que te hable y acabas detestando esa risita; pues te pasará lo mismo en tu empresa. Y sí, eso también te pasará.

Tras este desalentador inicio, adelantemos acontecimientos y vayamos al clímax de una mala situación laboral habitual en el sector: el dedito de echar la culpa.

Porque, y aunque tu jefe te hable en un lenguaje que no entiendas una mierda, y créeme, no entenderás una mierda, entre «entregar valor», «aportar», «resiliencia» o frases mal traducidas del inglés al español (porque se ve que nuestra lengua materna no tiene ningún tipo de terminología al respecto que nos permita comunicarnos sin parecer gilipollas), llegará un momento en el que cometas tú o tu equipo un error… y ese será el momento de ver cómo actúa el dedito de echar la culpa.

¿Has visto alguna vez un marrón de última hora? ¿Una cosa que se supone que la ibas a tener a las 4, son las 7 y tenías que haber salido hace 1 hora de tu trabajo y ahí estás, mencionando diversas alegorías a lo gratificante que es el trabajo? Pues hay algo peor: cuando tienes que presentar que tu cosa «supuestamente funciona» y llega el momento de mostrarla, no funciona, y tu jefe empieza a mirarte diciendo «estás jodido, traster». De tantas veces que lo he visto, he estado presente o me ha pasado, se desarrolla el sentido de plantear el peor escenario posible.

Todas las escobas nuevas, barren

A. C.

En ese momento (cliente, otro equipo/departamento, demo con otra empresa) es cuando el dedito de echar la culpa se manifiesta y empiezan las frases en primera persona del plural: «hemos previsto que, estamos corrigiendo X, viendo el desastre de Y pensamos que…»… AHÍ. Justo ahí, está el dedito de echar la culpa.

Tu jefe, que controla la jerga del neolenguaje corporativo, dirá que «no hay culpables, sólo responsables», mientras ves que lo más recomendable es que vayas abriendo LinkedIn y poniendo el opentowork ese. Lo mismo te funciona (a mí, no me ha funcionado estos años, y menos aún, hacerme un canal de YouTube, hazte a la idea, ¡pero no pierdo la esperanza!).

¿En qué consiste el dedito de echar la culpa?

Básicamente, cuando estás en un equipo, en culpar a otro integrante del mismo. El concepto se puede traducir en que la responsabilidad la tuvo otro. Un manager ocioso traslada su ineptitud hacia el equipo de desarrollo, el programador que se equivocó, a su jefe o a otros compañeros de trabajo.

De forma análoga, es igual que cuando éramos niños y nuestros padres buscaban a quién echarle la bronca. El instinto de supervivencia en su máximo esplendor. Pues lo mismo, de adultos, pero a nivel laboral.

Podríamos decir que es ese sesgo psicológico de querer huir de los problemas y no enfrentarse a ellos, mezclado con un instinto de supervivencia impráctico, aderezado de irresponsabilidad. Vamos, el cóctel perfecto para el millenial.

Resumen

Mi recomendación personal es que vayas actualizando LinkedIn de forma frecuente, para nunca llegar a estos extremos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *